lunes, 7 de enero de 2013

Viaje al arrecife amurallado de coral

Scotty y yo hemos tenido unos días libres. ¡Vacaciones!

Una de mis primas y su novio nos invitaron hace algún tiempo a ir a su casa, así que aprovechando la ocasión pensamos que era un buen momento para devolverles la visita. Rosa y Jesús viven en un arrecife amurallado de coral al otro lado del río. Hicimos las maletas con un montón de ropa de abrigo, ya que en el arrecife amurallado hace un frío increíble: jerseys, camisetas interiores, leggins para debajo de los pantalones, pijama de franela, guantes, bufanda, gorro, y un sinfín de ropa de lo menos sexy del armario. Aproximadamente ocho horas en caballito de mar después llegamos a nuestro destino. Objetivo: comer bien y barato. Todo lo demás eran extras en nuestro viaje, y tuvimos más de los que pensábamos al principio: ¡en tres días visitamos tres colonias de peces!: el arrecife amurallado de coral, el arrecife del acueducto de coral y el arrecife de la universidad.

De pequeña creo haber ido muchas veces a pasar la época de calor a las aguas del arrecife amurallado de coral, así que las colonias de peces que vimos ya las debía conocer desde hacía tiempo; pero me hacía especial ilusión descubrirlas con Scotty, probar de nuevo los manjares de allí y reconocer a la parte de mi familia de aquella zona. Vivir sin memoria tiene la ventaja de que cada vez que vuelves a un sitio es tan nuevo como la vez que lo descubres.
Vimos una catedral donde se encuentra tallada la figura de un pez astronauta. Uno de esos peces extraños que se ponen un casco y un traje mullido, a los que les gusta viajar más allá de los mares (donde no hay agua para respirar y habitan seres extraños y peligrosos).

La cueva de Rosa y Jesús es acogedora y calentita con dos galerías separadas a dos niveles. El cangrejito huellas nos ha hecho compañía todo el tiempo que hemos estado allí, aunque no nos lo pudimos llevar a las colonias de peces (en algunos sitios los cangrejitos no son muy bien recibidos por el tema de la comida). Es un cangrejito cariñoso y dulce, aunque con su carácter y costumbres especiales.

Pasamos unos días (no puedo decir inolvidables) maravillosos a pesar del frío, la niebla y todas las horas de caballito para ir y volver. Ahora nos quedan las piedrecitas saladas que nos trajimos para ir chupando mientras vemos alguna película. El día que éstas se acaben, nuestros recuerdos se esfumarán de nuevo y nos tocará volver (si nos invitan de nuevo,claro).

Lucía

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